21/1/13

Adioses

El bello Atila se fue hace dos semanas, estuvo pocos años con nosotros y luego se fue a cuidar a una señora que vivía sola, allá se murió y acá lo recordamos por haber sido absolutamente ingobernable. Si pudiera pedirle perdón por haber permitido que lo trataran mal en muchas ocasiones.
Acá quedan Chocotito y Ema en el patio, Diana dentro de la casa, ronda siempre la Gata.





20/1/13

Pedrazo

"...Esa boca loca del placer lenguado que sorbe pero no traga. Esa boca nómade que garabatea las vocales de un sexo urbano con la baba de la beba sodomita..."


Homoeróticas urbanas (o apuntes prófugos de un pétalo coliflor) - Pedro Lemebel 

Hace mucho tiempo había leído algo de él y quedé absolutamente fascinada con ese entrelazado de palabras tan propio, tan único. Y es este hombre que ahora leo, ya había usado la mitad de mis regalos de cumpleaños, la magnífica novela de G. Arriaga Un dulce olor a muerte que te conté en una entrada anterior. Preciso de uno o dos días para no perder las sensaciones en las que me deja sumida una lectura como esa, igual con una película, con una charla, con un mate, con un cuadro, con una sonrisa o con los 25° de hoy, regalo de madre natura para apaciguar los malos ánimos que deja soportar tanto calor.
Tengo miedo torero es magnífica de punta a punta, acá te dejo un enlace para que lo conozcas si no sabés quién es, es un puto chileno combativo y macho como pocos, tiene huevos de sobra para repartir a quienes les haga falta, tanto es así que empezó una huelga de hambre en apoyo a la causa mapu en su país, Chile, vive como dice, dice lo que piensa, piensa como un ser único como lo somos todos pero desprovisto de egoísmo, con una sensibilidad a prueba de balas, me dan ganas de abrazarlo hasta que se me gasten los brazos.
¿Cómo se agradece el arte?
Hay cosas que caen en su momento a nuestras manos, a nuestra vida, Tengo miedo torero fue llevada al teatro hace un par de años ya por Gerardo Begérez, acá está la crónica  por si gustás pasar.
Me da gracia cuando etiquetan a un artista de "provocador" cuando hace cosas que me gustan, con las que estoy de acuerdo y es donde se evidencia el sentirme sapo de otro pozo, lo mejor de todo esto es la cantidad de gente con mi mismo desorden mental.
Y resulta que si aún hay que provocar es porque hay mucho camino por andar aún y porque tiene la oportunidad de ponerle las cuarenta frescas a los engominados del mundo.
"Si pueden, lo compran sino, lo roban" como dijo él mismo en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara en noviembre del año pasado. 
Ojalá el cáncer aún no se lo lleve, ojalá pueda seguir sentando el culo en una silla mucho tiempo más y le dé como loco a las páginas en blanco, ojalá.


 

18/1/13

De psicólogos y demás yerbas

Durante mucho tiempo creí que era yo mala, muy mala pero de maldad demoníaca, hasta pensé que era una servidora del demonio en la tierra (no olvidar la crianza judeo cristiana y el pueblo ultra católico en el que pasé mi niñez, me cuesta entender cómo puede ser que haya sido algo feliz en ese lugar y sin embargo lo fui, no demasiado pero sí, mi niñez mientras fue tal, la recuerdo mayormente feliz) es que ni Papá Noel, ni los Reyes Magos, ni Dios, ni nada de nada no tenía "fe".
Una vez le pregunté a la maestra de catecismo ¿qué era la fe? me contestó si mi mamá era comunera (en vez de decir comunista que era lo que en realidad quería decir, era habitual que confundieran los términos dado que los comuneros organizaron dos revoluciones en el Paraguay, sin el éxito esperado, pequeña reseña nomás, no me voy a hacer la historiadora), contesté que mi mamá era católica, mis ocho años no me daban para entender lo que quería decir y así fue que me quedé sin la explicación debida por una persona que entendía en la materia.
Me animé y le pregunté a mi maestra de tercer grado ¿qué era la fe? y me dijo que es la confianza ciega en algo o alguien, la confianza absoluta y me quedaron bullendo las ideas en la cabeza mirando todo lo que me rodeaba, cuidando de que nadie se diera cuenta de lo que me pasaba, intentaba imaginar cómo dios había creado todo, me esforcé mucho tiempo pero mucho, años enteros y nada. Así que si no tenía fe la cosa tenía que ir por otro lado, era quizás una de las elegidas para hacer las cosas malas en la tierra, sería una ladrona, una asesina y eso me atormentó durante mucho tiempo también. Una vez me puse a beber a escondidas agua bendita a ver si me quemaba (y eso que no veíamos casi nada de televisión) y nada, no me quemaba lo que sí anduve con diarrea unos cuantos días.
Desarrollé una especie de independencia de pensamientos secreta, nadie podía saber que me pasaba horas leyendo enciclopedias, ni el diccionario, tampoco podían enterarse que en vez de dormir la siesta, llegaba hasta lo alto de los estantes donde estaban los libros "prohibidos" y así me tragué todo lo de los Dumas con once años, las biografías noveladas de Lucrecia Borgia, de George Sand y en medio de mi primera menstruación, mis tetas saliendo, la cabeza me hervía de pensamientos "impuros". 
Me resigné a ser mala, ya me llegaría el llamado de la maldad en algún momento y ese momento jamás llegó así que viví nomás hasta que empecé a encontrarme con gente de mi especie y todo me resultó más fácil.
Estuve loca de amor por un hombre que logró (o yo me dejé) que me sintiera repleta de culpas y defectos varios enroscando su labia de manera tal que no quedaban dudas de que si El Chocón fuese a reventar, la culpa iba a ser mía de tal manera como me había hecho sentir una diosa. Demás está decir que fue una historia intensa y dolorosa en la que también contribuí a que todo se nos fuese de las manos.
Después de tanto dar vueltas, andar tratando de disfrutar la vida me hallé un día envuelta en la bruma más espesa decidiendo qué método utilizar para quitarme la vida, ahí fue que sentí un golpe seco en medio de la cabeza, como un despertar a que tenía que hacer algo, pero ya.
Tanto tiempo de decir "yo puedo" sumando al ser mala, a mis culpas había llegado el momento de pedir ayuda y allá fui, al tanteo hace casi un año que la terapia fue transformando mi vida en algo de lo que era, lo remotamente bueno que aún tenía, de a poco, muy de a poco va dando resultados, tengo suerte. Dí, a ojo, con un excelente terapeuta.
En estos días mi madre prepara su regreso a su casa, distante a 2500 kms de aquí, nuestra relación nunca fue buena (dicen por ahí que todo padre es un problema para su hijo) es una buena abuela y mis hijas la disfrutaron los meses que estuvo acá, pero al menos ya sé que somos distintas, tanto que no nos reconocemos como madre e hija, tanto que ella está convencida que soy algo que no soy, tanto como que nadé tanto para morirme en la orilla, tanto como que "las cosas son como son" y la tarea de demostrar que "yo puedo" no es válida si quien te dio la vida piensa de vos cosas opuestas. Allá irá ella a arrullar a sus nuevos nietos que están por nacer, seguramente pensará que es un castigo de dios tener una hija como yo, acá quedaré yo pensando que nada más quiero hacer y que bueno, ha sido una excelente maestra en cómo debo conducirme como madre.
Ahí te dejo algo de lo que escucho en este momento es que no puedo evitar evocarla a ella en un chamamé o tango o chacarera o John Lennon, mi abuela Leonor que fue mi abuela, mi madre, mi hermana, mi amiga y a quien hace diez años extraño de manera asfixiante, tampoco debería darse cuenta nadie de eso pero ya no me importa.




Novelazas

Muerta de cansancio pero imposibilitada de hacer otra cosa que seguir estancada en los recuerdos de mi niñez en medio del monte y del lago en el pueblo tan lejano ahora, las imágenes de la novela Un dulce olor a muerte escrita por Guillermo Arriaga (el mismo del corto El Pozo que posteé tres entradas atrás y el mismo de...bueno che, buscalo vos que es harto conocido el hombre) me evocaron miles de sensaciones.
Durante tres días me acompañó en el transporte hacia y desde el trabajo, en algunos momentos no lograba dominar la ansiedad y leía un par páginas en horario laboral.
Mi intención no es emular una crítica literaria, quienes me conocen saben que sólo alcanzo a ser lectora involuntaria eso sí, ávida. Nada me gusta más que leer, sí...el sexo y comer me gustan más pero ¿a quién no?
El día que cumplí los cuarenta y dos años, el catorce de enero S. Mayor llegó con el regalo en nombre de las tres (mi madre que está de visita, S. Menor y ella), era dos libros uno de Pedro Lemebel, Tengo miedo torero (¡qué prosa!) y el otro que te comento ahora.
Era imposible conseguirlo en Neuquén (el de Pedro Lemebel también) pero ya sabemos cómo es la tenacidad juvenil mi hija mayor lo consiguió, mi felicidad era abrumadora y ensordecedora (por no decir que gritaba y saltaba de la contentera) porque (dicen por ahí) me alegro como una nena, me entristezco como una nena pero estoy condenada a hacer cosas de adulta. Y es verdad, no necesito mucho para divertirme, como una nena.
No voy a contarte qué dice la novela así te pica la curiositud y la leés.
Cuando tenemos las veladas paquetas (una vela sobre una lata de arvejas) y nos hacemos las intelectuales con mis hijas, siempre les digo que me resulta imposible creerle a un artista si no vive o piensa, masomeno como lo que hace, el caso es que el escritor de esta novela estoy segura que marcará un antes y un después porque es fiel a sí mismo, lúcido, inteligente y no se guarda sus secretos, su grandeza reside justamente en que no se la cree ni ahí (a ver si aprende la gilada de una vez), uno es sólo esto que es y lo es una sola vez por tiempo indeterminado.
Tiene mucha razón cuando dice que el talento no se puede ocultar y tiene razón también en muchas otras cosas, dan ganas de tenerlo de vecino nianquesea (menos mal que no hay impuestos al soñar).
Yo me quedé sumida en el calor sofocante del pueblo, la polvareda, los enredos, los amores y la muerte.
Me tuvo agarrada del cuello como hacía rato no me pasaba con un libro, el de Los caníbales me tuvo así pero de horror, éste, de otra manera, algo así como ¿qué irá a pasar? ¿qué irá a pasar? capítulo tras capítulo. Fijate el título, Un dulce olor a muerte...faaaaaa muy capo.
El Gitano es mi favorito sin dudamente, la abuela de Gabriela tiene mucho de mi abuela Leonor, mi adoradísima abuela Leonor.
El toro muerto me recordó las faenas de gallinas, de vacas, de cerdos en la casa donde me crié, parecía que la veía a Ña Leonor con la res colgando de dos ganchos enormes y ella despostando munida sólo de una sierra, con las piernas abiertas y una mano ensangrentada hasta el codo, es la imagen que más me gusta de ella, mientras la miraba mi mente de nena pensaba que qué macana que sólo hubiera un dios y no hubiera una diosa, que si las diosas existieran deberían de ser así, sudorosas, fuertes y sin asco como ella batallando con la vaca descabezada en la cocina de campaña de su casa. Después me fue pasando la vida y dios no existe, pero las diosas sí.

Ufff pasó la media noche hace treinta y cinco minutos, te dejo con el que estoy escuchando ahora:


14/1/13

La perrada

¡Qué cosa con los perros!
Acá estoy sentada con una taza de té rojo (de vez en cuando me doy aires de señora en medio de la casa medio en ruinas, un laburo asalariado y chato pero con internet, muchos libros y el meñique levantado mientras levanto la taza decorada con una infantil jirafa).
Es madrugón por acá y la fresca lluvia en la ciudad, dio el respiro que hacía falta después de un par de días de intenso calor.
Pondré algo de música. Música sin letras porque no puedo concentrarme, eso me dijo una vez un escritor medio amante que tuve hace un tiempo ¿medio amante? sí, algo así, en realidad nunca supimos qué fuimos, él, escritor maduro y yo, joven sin minifalda con un permiso en las muchas responsabilidades de madre jefa de hogar, la cuestión es que lo copié de manera inconciente y es que ahora no puedo escribir siquiera un mensaje de texto si algo con letra suena.
Y decía eso de los perros porque esta madrugada del día en que cumplo cuarenta y dos años sobre este mundo, la perrada del barrio está empeñada en tener sexo bajo la ventana de mi dormitorio, me molesta el no poder dormir dado que tengo que ir a laburar pero ni modo como dicen los mexicanos.
Aprovecho para escribir algo que no me sale, pero estoy con el firme propósito de hacerlo. No es que quiera ganar un concurso literario pero es que lo necesito nomás.
Este blog que escribí con asiduidad, que abandoné, que volví, que volví a dejarlo, que lo cerré y que volví a abrirlo empezó como lo que es, un diario, la macana es que, siendo un diario público (o, no-íntimo) personas que quiero tienen acceso a él y no les gusta algunas cosas que publico, antes me preocupaba pero ahora estoy entrando en una sórdida etapa de impunidad y no me importa, tampoco me preocupa.
Las decisiones tienen consecuencias, siempre y asumirlas, tanto las buenas como las malas, es cuestión de ¿madurez? lo que me faltaba, venir a madurar justo ahora.
Se entibió el té, ya vengo.
Hablando de perros siempre recuerdo al Chango, el perro de la infancia, ese que de su enorme cola nos prendíamos mi hermano y yo, él nadaba hasta que veníamos chiquita la casa, mi abuela silbaba y él daba la vuelta.


7/1/13

Divagando

Me puse el jean flojo, el remerón negro algo favorecedor, trenzé mi pelo porque escuché que el viento no había amainado, me calcé los zapatos altos (con los que mido 1.80 cms. exactos). Cuando el bajón agobia, una de las terapias es subirme a uno de mis zapatos altos. Desayuno rápido, leche, pan casero con miel y la medicación diaria rigurosa. Cotejo que en mi cartera esté todo, falta un nuevo compañero (libro por si alguna casualidad, halle asiento) y allá salgo un día más a ganarme el sustento. Los viajes de ida suelen ser tortuosos pero me salva la música directo a los oídos.
La vuelta es más tranquila, camino un poco más para hallar asiento individual y darme a la panzada de leer mientras escucho algo sin canto, la música cantada mientras leo, me distrae. Ahora la emprendí por tercera vez con Yo, El Supremo del genial Augusto Roa Bastos, el estómago ruge a esa hora pidiendo almuerzo. Al llegar revoleo los zapatos, la cartera y voy directo al dormitorio a sacarme la ropa y ponerme cómoda con un batón de abuela, me cocino algo, me siento y leo los diarios, el correo, pirateo, me ducho y pongo algo para ver en la compu mientras doy un par de vueltas al tejido de turno.
De a poco se acerca el sopor del sueño, me despierta Spinetta desde mi teléfono celular "ya despiértate nena...." no puedo odiar despertar con él cantándome.
Zigzagueo por la casa a tomar agua, me miro un poco en el espejo y de vuelta el mismo ritual que el de la mañana para ir a laburar.
Esta vez no abro mi compañero de turno sino que miro por la ventanilla, miro las bardas, las imagino hace miles de años, miro a la gente, imagino su vida, recreo sus momentos previos a subirse como compañeros casuales del mismo transporte para luego desenredarnos en distintas paradas.
Pienso en mis hijas, pienso en mi abuela, pienso en mí ¿en qué momento queda uno estancado sin poder moverse?

5/1/13

Volver a verla siempre

Revuelución

Aprenderse de sopetón la historia y maquinación de las revoluciones no ayuda mucho cuando el cerebro se te va quemando por el calor de estos hemisferios en los primeros días del año nuevo cristiano occidental.
Injusticia, hartazgo, revolución, así funciona.
Propósitos para el año que está empezando: ni uno solito.
Planes: ni uno solito.
Metas: ni una solita.

Esperar a que las cosas pasen no va, mirá vos che, venir a descubrirlo con más de cuatro décadas de existencia...allá voy entonces.

¿Nuevo blog?
¿Cierre definitivo de éste y escribir de manera anónima?
¿Caminar por editoriales a ver qué onda?
¿Editarlos yo misma y venderlos puerta a puerta?
¿Cuánto estoy dispuesta a dejar de no-hacer para darle sentido personal a mi mirada sobre mi santa rebeldía? (rebeldía anónima también).

Uno más de vuelta al estante


Terminé con Los caníbales de Jean Teulé y me dejó agarrada del pescuezo, azorada por lo inentendible que resulta el comportamiento en masa del ser humano.
No apto para leerlo cuando estás de bajón.