18/1/13

De psicólogos y demás yerbas

Durante mucho tiempo creí que era yo mala, muy mala pero de maldad demoníaca, hasta pensé que era una servidora del demonio en la tierra (no olvidar la crianza judeo cristiana y el pueblo ultra católico en el que pasé mi niñez, me cuesta entender cómo puede ser que haya sido algo feliz en ese lugar y sin embargo lo fui, no demasiado pero sí, mi niñez mientras fue tal, la recuerdo mayormente feliz) es que ni Papá Noel, ni los Reyes Magos, ni Dios, ni nada de nada no tenía "fe".
Una vez le pregunté a la maestra de catecismo ¿qué era la fe? me contestó si mi mamá era comunera (en vez de decir comunista que era lo que en realidad quería decir, era habitual que confundieran los términos dado que los comuneros organizaron dos revoluciones en el Paraguay, sin el éxito esperado, pequeña reseña nomás, no me voy a hacer la historiadora), contesté que mi mamá era católica, mis ocho años no me daban para entender lo que quería decir y así fue que me quedé sin la explicación debida por una persona que entendía en la materia.
Me animé y le pregunté a mi maestra de tercer grado ¿qué era la fe? y me dijo que es la confianza ciega en algo o alguien, la confianza absoluta y me quedaron bullendo las ideas en la cabeza mirando todo lo que me rodeaba, cuidando de que nadie se diera cuenta de lo que me pasaba, intentaba imaginar cómo dios había creado todo, me esforcé mucho tiempo pero mucho, años enteros y nada. Así que si no tenía fe la cosa tenía que ir por otro lado, era quizás una de las elegidas para hacer las cosas malas en la tierra, sería una ladrona, una asesina y eso me atormentó durante mucho tiempo también. Una vez me puse a beber a escondidas agua bendita a ver si me quemaba (y eso que no veíamos casi nada de televisión) y nada, no me quemaba lo que sí anduve con diarrea unos cuantos días.
Desarrollé una especie de independencia de pensamientos secreta, nadie podía saber que me pasaba horas leyendo enciclopedias, ni el diccionario, tampoco podían enterarse que en vez de dormir la siesta, llegaba hasta lo alto de los estantes donde estaban los libros "prohibidos" y así me tragué todo lo de los Dumas con once años, las biografías noveladas de Lucrecia Borgia, de George Sand y en medio de mi primera menstruación, mis tetas saliendo, la cabeza me hervía de pensamientos "impuros". 
Me resigné a ser mala, ya me llegaría el llamado de la maldad en algún momento y ese momento jamás llegó así que viví nomás hasta que empecé a encontrarme con gente de mi especie y todo me resultó más fácil.
Estuve loca de amor por un hombre que logró (o yo me dejé) que me sintiera repleta de culpas y defectos varios enroscando su labia de manera tal que no quedaban dudas de que si El Chocón fuese a reventar, la culpa iba a ser mía de tal manera como me había hecho sentir una diosa. Demás está decir que fue una historia intensa y dolorosa en la que también contribuí a que todo se nos fuese de las manos.
Después de tanto dar vueltas, andar tratando de disfrutar la vida me hallé un día envuelta en la bruma más espesa decidiendo qué método utilizar para quitarme la vida, ahí fue que sentí un golpe seco en medio de la cabeza, como un despertar a que tenía que hacer algo, pero ya.
Tanto tiempo de decir "yo puedo" sumando al ser mala, a mis culpas había llegado el momento de pedir ayuda y allá fui, al tanteo hace casi un año que la terapia fue transformando mi vida en algo de lo que era, lo remotamente bueno que aún tenía, de a poco, muy de a poco va dando resultados, tengo suerte. Dí, a ojo, con un excelente terapeuta.
En estos días mi madre prepara su regreso a su casa, distante a 2500 kms de aquí, nuestra relación nunca fue buena (dicen por ahí que todo padre es un problema para su hijo) es una buena abuela y mis hijas la disfrutaron los meses que estuvo acá, pero al menos ya sé que somos distintas, tanto que no nos reconocemos como madre e hija, tanto que ella está convencida que soy algo que no soy, tanto como que nadé tanto para morirme en la orilla, tanto como que "las cosas son como son" y la tarea de demostrar que "yo puedo" no es válida si quien te dio la vida piensa de vos cosas opuestas. Allá irá ella a arrullar a sus nuevos nietos que están por nacer, seguramente pensará que es un castigo de dios tener una hija como yo, acá quedaré yo pensando que nada más quiero hacer y que bueno, ha sido una excelente maestra en cómo debo conducirme como madre.
Ahí te dejo algo de lo que escucho en este momento es que no puedo evitar evocarla a ella en un chamamé o tango o chacarera o John Lennon, mi abuela Leonor que fue mi abuela, mi madre, mi hermana, mi amiga y a quien hace diez años extraño de manera asfixiante, tampoco debería darse cuenta nadie de eso pero ya no me importa.




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