25/9/13

Peso pesado

Ella era pequeña cuando hundía sus pies en la arena caliente sólo por el placer de esperar a que el oleaje trajera la frescura del lago en el primer juego perverso del que tenga memoria.
Sentía ganas de hacer pis y ahora que trae esa sensación sabe que se trataba de placer.
Hace unos meses volvió a sentir esas ganas que habían quedado secas hace más de una década, esas ganas intensas, profundas, desesperadas e incontenibles de hundir la cabeza en un pecho para comerse un corazón.
Y sí el eterno ritual de la caza, no podía estar exenta de volverse, por primera vez, presa.
Acá está ella envuelta en la gasa arrugada, suave, tangible pero éterea de ese juego de mierda que muchos se lo niegan por miedo a sufrir, pobres vidas que se pierden la inmensidad al igual que preferir estar debajo de un techo cuando una noche, desde el cielo, la infinita infinitez nos saca la lengua.
Acá está muerta de miedo callando.
Acá está atragantada de palabras que parecen aniquilar la poca cordura que debe tener en esta madurez que sólo acusa el espejo porque por dentro es rock.
Allá está él tumbado hablándole despacio poniéndola a su costado y abrazándola.
Acá está ella oliéndolo mientras su boca se mueve así y su voz va diciendo su nombre.
Allá está él mirándola.
Acá está ella dando vueltas en la cocina mintiéndose que ya es ya y mañana es nada porque simplemente no es.
¿Es amor? ¿qué es el amor? ¿para qué es amor? ¿cómo es el amor? y así, como una rueda.
Es sacarse las tripas con dos cuchillos oxidados y ponerlas a la parrilla ¿él lo sabe? sí, lo sabe.
Es marcarte la piel sin que nadie pueda ver qué nombre tiene.
Allá está él con ella oliéndole el largo cuello, allá está él mirándola en azul.
Acá ella vuelve a mirar los días que faltan para que sea lo que tenga que ser, como todo, habrá tiempo para morir porque eso, es lo único seguro que llega.



20/9/13

Dolores masculinos

Mi masculinidad se cae constantemente cuando me miro al espejo, cuando tengo el coraje de mirarme al espejo a los ojos.
La cabeza hierve constantemente, en segundo plano, con esa certeza de que si hay luz, hay una sombra tuya proyectada en perfecto ángulo.
Sé que nada va a llenar este vacío, mentiras de papel, mentira, mentira como cuando me siento a comer y pienso que es eso exactamente lo que me va a satisfacer y el segundo bocado es nada porque vos no estás.
Todo se vuelve fácil si me siento delante de la tarotista y me miento que le creo, busco respuestas a esto, algún lado por dónde escapar un lugar donde estén las respuestas a nuestras preguntas.
Me anestesio pero no sirve porque el efecto no dura para siempre, como todo, lo sé.
No quiero no durar, pero no logro terminar de arañarte de mi cabeza.
Poco me cuesta imaginarte en otros cuerpos, sólo apago la luz y ahí estás, en esa respiración agitada sobre mí, en ese olor a sexo casi común en todas las mujeres que pasan un rato en mi cama.
Sé que sentís lo mismo que yo pero a la vez tengo la absoluta seguridad de que no nos quedan oportunidades, no al menos en esta vida y me miento que habrá otra donde finalmente, estar juntos no duela así.
Me destruyo imaginándote sobre mi pierna izquierda acurrucada como si ese fuera el único lugar en el universo donde podés estar.
Quizás la próxima vez sea peor porque todo muta alrededor y nosotros también.
La única manera de dejar de quemarme la cabeza es darme un tiro o tres pero acá estoy, en mi casa, con mi mujer, con algunas amantes, con mi música, con mis pantuflas, algo de vos y todo, no me voy a matar porque vos, ahora, estás viva.